El Liverpool es un vendaval que manda en la Premier | Fútbol | Deportes
Si alguien necesita espabilar entre el sosiego del 1 de enero no hay mejor reconstituyente que un partido en el que juegue el Liverpool, abanderado de un estilo que Jürgen Klopp comparó con el heavy metal. Resuenan guitarras, bajos y baterías cada vez que los reds se desatan en estampida tras varias idas y vueltas, mientras Anfield enloquece. No cabe la indiferencia ante exhibiciones que aúnan esfuerzo, talento y frenesí. Al fondo está también el marcador, que importa y mucho. Más en este inicio de año en el que tenían la opción de dispararse en la clasificación más pareja de las últimas dos décadas. Necesitaba ganar al Newcastle el equipo de Klopp para ser líder en solitario y distanciar en tres puntos al Aston Villa, en cinco al Manchester City (que ha jugado un partido menos) y al Arsenal, en seis al Tottenham… Ganó (4-2) y lo hizo con grandeza y al tiempo con dificultad, superando todo tipo de contratiempos. Dejó atrás errores ante el gol y a un portero rival, el eslovaco Dubravka, en estado de gracia. El Liverpool es una gozada para un espectador neutral, un dolor de muelas para sus rivales a los que zarandea durante hora y media.
Todo ocurrió en uno de esos bombardeos que identifican a los equipos de Klopp, un técnico que no está en el fútbol para pasar de puntillas. 34 disparos en 97 minutos acreditan que la espita no se cerró. 15 de esos intentos fueron entre palos. “Quiero emocionar”, advertía cuando amanecía como estratega en el Mainz. Para lo bueno y para lo malo el Liverpool no deja indiferentes porque al menos en esta cita contra el Newcastle toda su exuberancia en ataque contrastó con su debilidad zaguera. El Newcastle le golpeó dos veces, se llevó cuatro goles, su portero detuvo un penalti, realizó intervenciones prodigiosas y el VAR tuvo que calibrarse al milímetro para anular un tanto a Luis Díaz. El Liverpool generó opciones para marcar una decena de goles, en varias de ellas lució la mala puntería de Darwin Núñez, que se fue a la caseta cariacontecido apenas superada la hora de juego.
Al descanso el marcador lucía sendos ceros tras una sucesión de acontecimientos extraordinarios. Núñez se estrelló varias veces ante Dubravka, que le detuvo un penalti a Salah. El videoarbitraje le anuló un gol a cada equipo. Alexander-Arnold colocó un remate inverosímil, sin ángulo, a la cruceta. El empate a cero en el receso era, sin duda, un milagro y nada más regresar al campo todos se dieron de bruces con la realidad: el Liverpool era imparable. Salah se redimió con un gol maravilloso forjado en cuatro pases, uno de ellos majestuoso de Díaz a Núñez. Isak empató de inmediato, así que todo regresó a la locura anterior. Hasta que Klopp maniobró, retiró del campo a Díaz y Núñez y llamó a Gakpo y a Diogo Jota. La aportación del luso fue clave. No es un delantero talentoso o brillante, pero conoce el oficio como pocos y sabe resolver en el área cuando los espacios se reducen. Era la pieza ideal para topar con el interruptor que Núñez no encontraba en su oscuridad.
Jota se empastó con Salah. Junto fabricaron una nueva ventaja en el marcador, con la rubrica de Curtis Jones como llegador. Poco después, a un cuarto de hora del final, Salah le dio otro regalo a Gakpo. Descontó el Newcastle, pero ya era un equipo agotado, destrozado en fin por un balón al espacio de McAllister que culminó con un nuevo penalti, ahora a Jota, ante el que Salah no dudó. El egipcio se va a la Copa de África. La Liga para, pero no lo hace la exigencia para el Liverpool, que el próximo domingo visita el Emirates para disputar un duelo de Copa ante el Arsenal. Parece previsible que será otro festival.
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